Se escuchó el silbido muy cerca y José supo de inmediato lo que era. Aunque por un instante dudó de que fuera una broma de un desconocido, sabía que nadie andaba cerca de la carretera pues ya llevaba más de una hora esperando para que alguien lo ayudara con el carro descompuesto y honestamente, sería una broma de mal gusto hacerse pasar por el silbón. Seguía aquel silbido de ultratumba y pudo identificar las notas do-re-mi-fa-so-la si-do… Se metió en el auto y cerró las puertas con seguro, y de ahí lo peor empezó a suceder, mientras seguía intentando que su celular recuperara la señal moviéndolo a todos lados, el silbido se empezó a oír poco a poco cada vez más lejos, y eso era una mala señal: cuándo el silbido se oía cerca el silbón estaba lejos y cuándo se oía lejos es que estaba cerca. El sonido poco a poco se alejaba más y miraba desesperado por las ventanas del auto, hasta que finalmente notó una sombra que se acercaba por en frente del auto, un sujeto alto con sombrero y un gran saco a las espaldas, luego la luz de la luna dejó ver su fantasmagórico rostro mitad calavera, mitad carne podrida, sin cejas y con ojos amarillos como los de un gato.
Primero sintió como si un latido del corazón recorriera todo su cuerpo, y luego empezó a sentir los latidos siguientes se aceleraban cada vez más, se iba a desmayar pero el miedo lo hizo mantenerse de pié, era real, lo estaba viendo caminar frente a él y no podía moverse. De todas aquellas historias que había escuchado, todas terminaban en fatalidad, nunca supo de nadie que hubiera escapado de él.
De inmediato, casi como si se despertara de una parálisis del sueño, pudo moverse y sabía que, si aquello estaba caminando delante a él, podría salir del auto y correr en sentido contrario y eso hizo, pero apenas salió del auto se tropezó con un saco, un saco ensangrentado que no estaba ahí antes. El saco del silbón. Lo primero que le llamó la atención fue el olor, era tremendamente nauseabundo y casi le hace olvidar la situación en la que estaba; lo segundo es que como había caído sobre él, sintió que había partes blandas y partes duras. Al tratar de levantarse y zafarse el contenido se esparció dejando escapar dentro de otras cosas, una mano estaba destrozada en partes por lo que parecían mordiscos de los cuales salían gusanos y un líquido viscoso. Notó que había sido cercenada sin ninguna herramienta puesto que se notaba el hueso de la muñeca saliendo de ella estaba fracturado y la piel que estaba alrededor estaba rasgada. Lo otro que pudo vislumbrar fué un píe que parecía en un mejor estado pero estaba totalmente azul, y por un momento se asustó aún más, cosa que ya parecía imposible, pero alguien lo estaba mirando. O al menos eso era lo que parecía, era la cabeza de un desdichado barbudo que aún tenía reflejado la cara de terror. Quiso levantarse pero se tropezó aún más con lo que pudo identificar lo que eran huesos, cráneos y tripas, sí, tripas humanas. No había duda, aquél era el saco del silbón; la leyenda dice que contiene los huesos de sus víctimas y por un segundo José se imaginó desmembrado en ese saco.