Marco Petit

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El demonio de la pastora

La Pastora es una localidad de Caracas, Venezuela que se caracteriza por ser una de las parroquias más antiguas de la ciudad que aún queda la estructura colonial. Con casas enormes, con grandes ventanales y todas pintadas de colores vivos. No es un lugar plano, tiene calles que suben y bajan casi como si de un parque de diversiones se tratara y por ahí cuentan que de noche, sale el diablo vestido de liquiliqui y sombrero blanco. El liquiliqui es un traje típico venezolano de pantalón de vestir y un saco entallado con dos bolsillos delanteros y se abotona completamente y llega a cubrir hasta dos centímetros del cuello de quién lo usa. Eran las épocas de carnavales en dónde los niños se disfrazaban de sus personajes favoritos pero también los adultos quienes utilizaban máscaras de diablos conocidas como “Los diablos de Yare” para protegerse de los verdaderos demonios.

 

Juan era un fotógrafo que había sido contratado para tomar fotos de la parroquia en las festividades, y también aprovechando que habían sido refaccionadas muchas fachadas del lugar, en especial de la imponente iglesia que se encontraba en frente a la plaza. Todo giraba alrededor de la plaza, había dos colegios del lado derecho, uno al lado del otro, y del lado izquierdo casas que a menudo vendían dulces típicos y mango salado a los niños. Juan no sabía la historia del diablo ya que siempre iba de día. Tenía una semana para tomar las mejores fotos que pudiera,  y quería aprovechar las luces que decoraban la zona  de noche y, aunque de día era bastante tranquilo, no sabía si de noche era peligroso. Entonces decidió pedirle ayuda a su amigo Darío para que le ayudara con los equipos reflectores entonces, sacó su teléfono y lo llamó:
—Aló —respondió su amigo al teléfono.
—Mi pana, necesito que por favor. ¿Me ayudas a armar unos equipos reflectores en la Plaza de la Pastora en la noche?, porque no creo que salgan bien las fotos sólo con las luces de la plaza. 

—Sì claro bro, pero recuerda que tiene que ser luego de las 11 porque es la hora en que salgo de clases. ¿Es seguro estar por allá a esa hora? 

—Si vale, todo se ve bastante tranquilo por acá y la hora está bien, yo te espero, llevo los equipos en un taxi y te espero para armarlos.
—Dale, quedamos así

—Bueno chao. 

 

Juan esperó a su amigo y se hicieron las 11:30 y no aparecía, así que él decidió armar su equipo solo y se dispuso a tomar fotos de la plaza y sus alrededores. Luego de largo rato de trabajo su concentración se interrumpió al escuchar una voz ronca:
—Oiga mijo, ¿Qué hace Usted por acá? ¿Buscando una mala hora? —le inquirió un señor bajito vestido de panalón negro y camisa azul que llevaba una bolsa con pañales descartables. 

—E… Estoy tomando las fotos del aniversario de la parroquia, por parte de la gobernación ¿sabe? ¿A qué se refiere con que “buscando una mala hora”? —respondió con un tono dubitativo, ya que sintió que estaba haciendo algo malo con la pregunta que le habían hecho.

—Mijo porque no se puede quedar en esta plaza, sale el Demonio —dijo con tono de preocupación.

—¿El demonio? ¿Se refiere a alguien peligroso? ¿Un choro?

—No mijo, no tengo mucho tiempo pero usted guárdese y váyase para su casa antes que sea demasiado tarde. Es el mismísimo diablo que se aparece y se lleva a las personas —respondió el señor quien había empezado a marcharse de manera apresurada no sin antes terminar diciendo —Nadie por estos lares se queda hasta tarde. Todo el mundo lo sabe. ¡Haga caso!

Juan pensó que probablemente había una botella escondida dentro de ese paquete de pañales y se dió vuelta para disponerse a tomar mas fotos pero volvió a escuchar una segunda voz:

—Escuchar es una de las cualidades de un sabio ¿No le parece? —Dijo un hombre que estaba justo a su izquierda. Tenía un liquiliqui blanco y el sombrero también blanco le tapaba la cara. 

—Pe... ¿Perdón? No te entendí —preguntó. 

—¿Vos no le tenéis miedo al demonio de La Pastora? —dijo aquel hombre quien levantó la cara para dejarse ver. No aparentaba más de 35 años, tenía los ojos azul aguamarina, barba, quijada cuadrada y era rubio, tenía el cabello amarrado con una cola de caballo que le llegaba hasta el cuello. Juan se quedó paralizado por un momento, nunca había visto un hombre tan atractivo.

—Hace unos minutos un señor me habló de eso… ¿Tú  también? Yo la verdad que no creo en esas cosas…

 

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Marco Petit

14/07/24